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¿Existe la crisis de la mediana edad?

“No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”

Séneca

Tanto en el marco de la ciencia como en la creencia popular muchas veces se habla de “la crisis de la mediana edad”. Alrededor de este concepto se tejen toda suerte de conjeturas, que algunas veces corresponden a datos verificables, mientras que en otros casos solo alimentan un mito contemporáneo.

¿Qué es la "Mediana Edad"?

Lo primero es definir qué es “la mediana edad”. Hace un par de siglos, la mitad de la vida perfectamente podía estar situada entre los 20 y los 30 años. Hoy en día la esperanza de vida ha aumentado significativamente, con lo que la mediana edad puede estar entre los 35 y los 45 años, en condiciones “normales”.En épocas y contextos específicos, la esperanza de vida puede descender dramáticamente. Si hay una epidemia o una guerra las condiciones cambian decisivamente. Tampoco es igual la esperanza de vida promedio en las distintas clases sociales. Un minero artesanal del tercer mundo, probablemente estará más expuesto a la enfermedad y a la muerte que un oficinista de Canadá.

¡Crisis!

Lo segundo es definir más claramente lo que significa la palabra “crisis”. Etimológicamente es un término que deriva de un vocablo griego y significa “decidir”. El uso popular le ha ido otorgando un significado que es más bien peyorativo. Cuando se habla de “crisis” muchos entienden que se hace referencia a un caos indeseable.

A lo largo de la vida hay varios momentos de crisis, o de elección, que generalmente se presentan en los momentos vitales de cambio o transición. Se da en la adolescencia, cuando el ser humano deja atrás el mundo infantil y se convierte en adulto. Se da en la pareja cuando termina la fase de enamoramiento y se confrontan las fantasías románticas con la realidad cotidiana.

También es probable que se dé cuando se tiene un hijo o cuando se experimenta una pérdida significativa. Incluso cuando se renuncia a algún ideal o se evalúan las creencias políticas o religiosas. El punto común en todas esas crisis, o elecciones, es que se ponen en tensión elementos que se traen del pasado, con situaciones que exigen un replanteamiento. Un reacomodamiento de creencias, sentimientos, valores o ideas.

Normalmente la resolución de una crisis implica un crecimiento. Se pasa hacia una fase superior. Se construyen nuevas herramientas, emocionales e intelectuales, para asumir lo nuevo, integrando la experiencia del pasado con nuevas habilidades y nuevos recursos subjetivos.

En el caso de la crisis de la mediana edad la tensión está dada por la transformación de un adulto joven en un adulto mayor. Eso implica varias pérdidas y no pocas ganancias. Físicamente hay un cambio importante: la piel ya no es tan tersa, se reseca con facilidad. No te puedes comer una pizza a las 2 de la mañana, como cuando eras joven. Si tienes una caída simple, siempre te levantas rogando que no se haya quebrado ningún hueso.

La persona siente que ha pasado la etapa de su juventud y la de entrada a la madurez. En ocasiones, las transiciones que se experimentan en estos años, como el envejecimiento en general, la menopausia, el fallecimiento de los padres o el abandono del hogar por parte de los hijos pueden, por sí solas, pueden aumentar esta crisis.

En lo social y lo emocional también hay una gran transformación. Lo principal es que reconoces, tal vez por primera vez, cuál es el límite real de tus sueños de juventud. Admites, por ejemplo, que en definitiva ya no fuiste astronauta. Ni un famoso deportista, o el científico más joven en lograr un invento. Y tienes más conciencia de la muerte.

Para el adulto mayor “normal”, o sea, casado, con hijos independientes y graduados de la universidad; los que disfrutan de una pensión y no tienen que preocuparse por los ingresos, esta etapa seguirá un curso casi imperceptible. Normalmente se dedicarán a disfrutar de un ocio creativo y a aceptar con cierta placidez los últimos años de sus vidas.

Si, en cambio se trata de una persona que llega a ser adulto mayor sin condiciones materiales de estabilidad, con lazos familiares precarios, o una larga cadena de pérdidas en su historia, tal vez la placidez no sea una constante.

Aun así, la crisis de la mediana edad, con las decisiones y elecciones que plantea, puede ser una nueva oportunidad para, como lo dice la máxima, renunciar a lo imposible, lograr lo posible y saber reconocer la diferencia entre lo uno y lo otro.

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